A veces postergamos lo que más queremos. No por falta de ganas, sino porque el día a día se come la energía, el miedo se disfraza de perfeccionismo o el “mañana sí” se vuelve costumbre. Pero cerrar un año y abrir otro siempre trae una oportunidad: conectar con lo que te apasiona y con esa versión de ti que quieres ser.


Cumplir metas se trata de claridad, dirección y propósito. La motivación llega más fácil cuando sabes hacia dónde vas, y el proceso se vuelve más liviano cuando conectas con lo que realmente te mueve. Antes de avanzar, necesitamos escucharnos. El corazón guarda más respuestas de las que imaginamos, pero para oírlas hace falta silencio. Cuando la duda baja y lo urgente se detiene, lo esencial comienza a mostrarse. Desde ese lugar de quietud, los deseos verdaderos, los que nacen del ser y no del deber, comienzan a tomar forma.

Y cuando esa claridad llega, es momento de darle estructura. En esta edición, te proponemos la metodología SMART, una herramienta simple pero útil. Su nombre viene de cinco principios que permiten pasar de lo abstracto a lo concreto:


S – específica: Define qué quieres exactamente. Evita conceptos amplios como “estar mejor”. Opta por formulaciones claras como: “Quiero sentirme con más energía haciendo actividad física regularmente”.


M – medible: Define cómo vas a notar avances. Por ejemplo: “Entrenar tres veces por semana y evaluar mi energía en una escala del 1 al 5”. El progreso visible mantiene viva la motivación.


A – alcanzable: Que el objetivo te rete, pero no te frustre. Empezar por lo posible no es conformarse: es construir un camino sostenible. Si dijiste tres veces y lograste dos, igual avanzaste. Ajustar una meta no es fallar, es reconocer dónde estás hoy para seguir creciendo.


R – relevante: Que tenga sentido para ti, no para los demás. Metas que nacen del deseo propio sostienen mejor la constancia. Por ejemplo, “sentirme con más energía me va a permitir disfrutar más los momentos con mi familia”.


T – temporal: Una fecha permite enfoque. Las metas sin tiempo se diluyen porque no encuentran lugar en el día a día. “Mantendré este hábito durante 2 meses y veré si siento que mi energía mejoró”.

Una vez que planteas una meta, también es importante cómo te acompañas en el proceso. No se trata solo de planificar, sino de diseñar un camino que se sienta amable. Las metas que más se sostienen son las que se asocian con hábitos disfrutables: porque el placer y la constancia hablan el mismo idioma. Si tu propósito es moverte más, busca una forma que te entusiasme: pilates, pesas, baile, yoga, caminatas con amigos. Si tu meta es descansar mejor, crea un ritual nocturno que te relaje en lugar de imponer horarios rígidos. Elegir formas que disfrutes es clave para no abrumarte. Cuando lo que haces está alineado con lo que eres, el esfuerzo cambia de forma. Eso no significa que deje de requerir perseverancia o disciplina, pero sabes que tiene sentido. Y cuando algo tiene sentido, se siente en el cuerpo. Cumplir metas no es exigirte más, sino alinearte con lo que hace bien.

A veces también sirve apoyarte en herramientas externas: registrar hábitos en una app, escribir tus avances en una agenda o compartir tus metas con otros. No es para sumar presión, sino para recordar lo que puedes lograr y permitir que quienes te quieren te acompañen en el proceso. Y si todavía estás buscando lo que te mueve, explora. Prueba. Abre caminos nuevos. A veces el sentido aparece después del movimiento, cuando te permites salir del plan y entrar en la experiencia. Al hacerlo, algo se ordena por dentro, y empiezan a aparecer las señales; escúchalas.

Las metas que te propongas son una conversación entre lo que eres y lo que estás por descubrir. Cumplirlas se vuelve un acto de coherencia, una forma de honrar lo que alguna vez dijiste que querías ser, donde cada paso abre un diálogo con tu futuro y te recuerda que sigues construyéndote. Con esto en mente, te invitamos a plantearte nuevas metas para este 2026 como un camino que se sienta auténtico y con el impulso de volver a elegirte.