El paso de la primavera al verano marca una transición luminosa. Entre viajes, actividades y nuevas energías, el cuerpo busca adaptarse. En esta conversación con la Dra. Evelyn Benavides, especialista en medicina del sueño en Younique, exploramos cómo mantener el equilibrio en esta época del año, cuando el descanso parece competir con nuestro entusiasmo por aprovechar al máximo cada día.

 

¿Cómo preparamos para el cambio de estación sin perder el equilibrio?


 

La clave está en escuchar al cuerpo y darle tiempo para adaptarse. Con los días más largos, tendemos a extenderlo todo, la jornada, las comidas, la actividad, pero el reloj interno necesita cierta regularidad. Es bueno priorizar la exposición a la luz natural en la mañana y los espacios naturales. Durante el día hacer pausas cortas cada dos horas para moverse o estirarse ayuda a mantener la concentración y evitar la fatiga acumulada. Y al final del día, conviene evitar las pantallas y los trabajos mentales muy demandantes. Si hace falta una siesta, que sea breve y antes de las 16:00, el cuerpo la agradece, pero el sueño nocturno también.

 

Con el cambio de estación algunas personas notan más insomnio o se despiertan antes por la luz. ¿Qué pueden hacer?


 

Lo primero es cuidar los horarios. Acostarse y levantarse a una hora similar, incluso los fines de semana, ayuda a estabilizar el ciclo. Evitar pasar tiempo en la cama si no se está durmiendo y priorizar la actividad física en la mañana. Y si los despertares se repiten más de tres veces por semana durante un mes, vale la pena consultar a un especialista. A veces no es solo la luz; puede haber causas hormonales hasta emocionales.

El verano suele traer más vida social, viajes y cambios de rutina. ¿Cómo podemos disfrutar sin que eso afecte nuestro descanso?

 

Disfrutar y descansar no son opuestos, solo hay que encontrar la dosis justa. Lo ideal es mantener una higiene del sueño adaptada a los días más luminosos: acostarse y levantarse a la misma hora, evitar la cafeína y el alcohol al menos dos horas antes de dormir, y procurar que el dormitorio esté oscuro, tranquilo y con una temperatura agradable (entre 18 y 22 grados). También ayuda crear un pequeño ritual antes de dormir: leer, meditar o simplemente desconectarse de las pantallas para que el cuerpo sepa que es momento de bajar revoluciones. Y si hay viajes largos o cambios de horario, se puede preparar el cuerpo con melatonina de liberación prolongada al atardecer, durante los días previos y posteriores al vuelo, para ayudar a reajustar el reloj biológico sin tanto esfuerzo.

 

Y el “desorden” del verano, ¿puede ser algo bueno?


 

Definitivamente. El verano nos regala más horas de luz natural, y eso es una gran oportunidad para movernos más temprano, disfrutar del aire libre y compartir más tiempo con otros. Esa combinación mejora la atención, el ánimo y también tiene efectos reales en la salud: ayuda a proteger el corazón y el cerebro reduciendo el riesgo de enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas. Lo importante es no perder de vista que el cuerpo sigue reconociendo los ciclos de día y noche, incluso en vacaciones o fines de semana.

¿Qué señales nos da el cuerpo cuando el descanso empieza a desequilibrarse?

 

Cada persona tiene una capacidad distinta para adaptarse a las exigencias del día a día, pero hay señales claras de alerta. La somnolencia durante el día, la dificultad para concentrarse, los cambios en el apetito o el peso, y esa sensación de baja energía o ánimo inestable son las más comunes. En personas con condiciones como hipertensión, diabetes o apnea del sueño, estos síntomas pueden hacerse más evidentes.


¿Cómo puede el descanso convertirse en una práctica activa, más allá de simplemente “apagar el día”?


 

El descanso es parte del día, no un paréntesis. Dormir bien ayuda a regular la presión arterial, el metabolismo, el ánimo y la concentración. Además, protege frente a enfermedades crónicas y mejora tanto el rendimiento físico como el mental. En realidad, descansar es una de las formas más inteligentes de cuidar el cuerpo y la mente.

¿Qué consejo darías a quienes sienten que no logran desconectar o llegan agotados al fin de año?


 

Es importante revisar los hábitos y también las expectativas. Vivimos sobreestimulados y vernos disponibles todo el tiempo nos aleja de nosotros mismos. Las pausas activas, los momentos reales de desconexión y las metas alcanzables ayudan a volver al presente. Dormir bien no es un lujo: es una herramienta para cuidar el corazón, la mente y el ánimo. Si el cansancio o el sueño poco reparador se mantienen, lo mejor es consultar a un especialista en lugar de automedicarse. Dormir mal no es el problema, es la señal de que algo más necesita atención.